Место издания:ИЗДАТЕЛЬСТВО С.-ПЕТЕРБУРГСКОГО УНИВЕРСИТЕТА С-Петербург
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Аннотация:El artículo de Elena B. Perederi “Sinonimia sintáctica en el plano semántico, estructural y conceptual” ofrece una breve hojeada histórica del problema de la sinonimia de los enunciados y lo enfoca de punto de vista semántico, comunicativo y conceptual.
Inicialmente la sinonimia sintáctica se interpretó como fenómeno paradigmático que revelaba la capacidad de la lengua de representar un mismo referente de modos diversos. Más tarde, al tomar en consideración los factores comunicativos se llegó a calificar de sinónimos sintácticos los enunciados que tuvieran un mismo referente y se diferenciaran por el modelo sintáctico y, por consiguiente, por el significado y valores comunicativos.
Basándose en los ejemplos de los enunciados que describen estados emocionales se destacan los rasgos específicos propios para las oraciones de modelos sintácticos diferentes:
(1) Se produjo entre los veteranos una gran inquietud ↔ (2) Los veteranos sintieron una gran inquietud ↔ (3) Una gran inquietud se apoderó de los veteranos.
El estado emocional se interpreta en el ejemplo (1) como situación existencial, recalcándose la aparición de dicho estado. El modelo (2), el más neutral y difundido, es el que hace coincidir los valores denotativo y significativo. El modelo (3) ofrece una visión metafórica, personificando el estado emocional del sujeto, el cual se percibe como objeto pasivo.
Los sinónimos sintácticos tienen distribución complementaria, o sea, su empleo es determinado por factores subjetivos como el modo personal de enfocar la situación objetiva, perspectiva comunicativa, estilo y expresividad entre otros.
Para las oraciones que describen estados emocionales son típicos cinco modelos conversivo sen los que el sujeto cumple el papel de sujeto, complemento directo, indirecto, el modificador o circunstancial de lugar:
Yo siento miedo y me tapo la cabeza con la sábana (Lera).
¡Me mataba la impaciencia! (Valle-Inclán)
Se iba adueñando de Daniel, el Mochuelo, un pavor helado e implacable (Delibes).
La excitación de Víctor iba en aumento... (Ferres).
En los niños y en las viejas hubo como un estremecimiento y un azoro... (Cofiño)
El análisis demuestra ciertas diferencias de significado inherentes a los cinco modelos. Así, el primer modelo se presenta universal, que es capaz tanto de informar de un estado emocional como subrayar las más diversas modificaciones del predicado: comienzo (cogió miedo), final (perdió la alegría), resultado (quedó desconcertado), etc. Otros modelos sirven principalmente para centrar la atención en las cualidades del predicado con ayuda de los verbos como atacar, apoderarse, entrar, durar, pasar, disiparse, esfumarse, aumentar, disminuir, invadir, sobrevenir, ganar, dominar, haber entre otros.
El verbo de sirve de predicado puede determinar asimismo el grado de expresividad y el estilo del enunciado.
El empleo de los cinco modelos permite también variar la perspectiva comunicativa rematizando el nombre del estado emocional o el verbo que denota los matices semánticos descritos.
El empleo de verbos metafóricos que hacen posible la variedad estructural supone una visión peculiar de las emociones típica para cada lengua y cada cultura. Las emociones y los estados emocionales ofrecen especial interés en este sentido, ya que son uno de los sistemas más complejos del ser humano. En relación con el tema del presente artículo vale destacar la división de las emociones en más o menos espontáneos, predominando la emoción o apreciación intelectual respectivamente, y en más o menos intensas. Emociones más intensas y espontáneas se conceptualizan en español como fuerza hostil que domina físicamente al hombre. Así, miedo, susto, enfado se perciben como emociones de baja intensidad, puesto que se combinan con verbos relativamente neutrales como dar, pasar, entrar, recibir. Más intensos y espontáneos son mal humor, sospecha, angustia, pavor, indignación, cólera, que se emplean con verbos expresivos como asaltar, atacar, dominar, apoderarse, adueñarse. La angustia y los celos se comparan con un roedor, porque socavan a uno, y la vanidad, como vampiro, pues consume a su víctima.